10 diciembre, 2014


260 KM

Silencio que dice todo y a la vez no dice nada. Ruido que retumba en mis ganas, mis pasiones, alegrías...

Tu callado, yo mirándote; yo callada, tu mirándome; mirándonos... Cubriéndote los ojos, dejando al descubierto las ganas, esas ganas que le dan paso a la almohada, a los suspiros y las sonrisas escondidas. Sonrisas con tu nombre, suspiros melancólicos por tu lejanía.

Silencio que desconcierta pero encanta, rápidamente nos lleva al amanecer y lentamente a la cama, con la promesa de repetir ese calor producto de la distancia, de las manos que acarician sin permiso pero con calma.

Poco a poco se levanta el estorbo y salen suspiros a medio dar, escondidos, profundos, dejando en evidencia que no hay mejor compañía que el silencio, las sabanas calientes y un poco de incompatibilidad que nos acerca con apetito.

Tú me dices, yo te digo, nos decimos. Tantas cosas de que hablar para parar en lo mismo: encanto, sorpresas y hechizos sin echar que nos echamos. El enigma se adueña del momento sembrando miles de ¿cómo paso?, ¿por qué?, sshh, me encantas, susurros, te quiero aquí, ya, ahora, mordidas de labios, … Te adoro. Así de a segundo se desvanece, dándole paso de nuevo a las risas y esa felicidad genuina de esa combinación incomprendida aparentemente incompatible que nos encanta, nos sorprende y nos hechiza sin permiso.

263,1 km que le dan brillo a las noches, a la imaginación, a las sorpresas, a las risas...


263,1 km que dejan de lado el escepticismo y nos enseña que este cuento, y las noches junto a ti, no tienen imposibles.



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